Educación y conformismo social

“El conformismo social –afirma Marcos Roitman– es un tipo de comportamiento cuyo rasgo más característico es la adopción de conductas inhibitorias de la conciencia en el proceso de construcción de la realidad. Se presenta como un rechazo hacia cualquier tipo de actitud que conlleve enfrentamiento o contradicción con el poder legalmente constituido. Su articulación social está determinada por la creación de valores y símbolos que tienden a justificar dicha inhibición a favor de un mejor proceso de adaptación al sistema-entorno al que se pertenece” (El pensamiento sistémico: los orígenes del social conformismo; Siglo XXI, 2003).

La educación pública, con todo y las grotescas reformas de que ha sido objeto en las últimas décadas, es fruto de una revolución social y, en tal virtud, la forma y contenidos de los programas educativos se orientan –u orientaban– por principios libertarios, emancipatorios, enfocados hacia la consecución de la democracia y la justicia social. Esta orientación de la educación ha sido un estorbo para los intereses de las clases dominantes, por lo que éstas, en cuanto aglutinaron fuerzas y se reagruparon, han hecho lo necesario para rediseñar los objetivos de la educación pública en México. Las escuelas públicas han sido en distintos momentos centros progresistas de crítica y resistencia ante el poder, por lo que en la etapa presente de reconstitución del esquema de dominación mundial son un obstáculo para la imposición generalizada del social-conformismo.

La implantación del conformismo social en escala masiva requiere de la aniquilación de la conciencia. Si el hombre, según señalaba Carlos Marx, es un ser que se apropia de la realidad omnímodamente, ahora de lo que se trata –según los esquemas del social conformismo–es de transformarlo en un operador eficiente que no cuestione las premisas de funcionamiento del sistema y que acepte pasivamente cuanto se le demande en esta dimensión, aun a costa de su propia integridad física y espiritual.

En los últimos años se ha trabajado minuciosa y concienzudamente en la transformación del aparato educativo. Bajo la denominación de nuevo modelo educativo, o de paradigma alternativo, en las universidades públicas se busca suprimir la formación de profesionistas, científicos y artistas con espíritu crítico, que ejerzan el pensamiento reflexivo y que basen su trabajo profesional en normas éticas derivadas del compromiso social. Por el contrario, bajo la consigna de que se deben desarrollar competencias y habilidades (en lugar de conocimiento, solidaridad y conciencia) se modifican a toda velocidad los planes y programas de estudio, así como los elementos de la práctica docente, la investigación científica y la creación artística, teniendo como fin último formar, como producto de los procesos educativos, operadores eficientes que resulten a la vez promotores y difusores eficaces del conformismo social.

Pues debe comprenderse que el conformismo social intenta acompañarse de justificaciones teóricas y filosóficas –en verdad chatarra intelectual– que se expresan en una versión “a modo” de la teoría de los sistemas y en la jerga del posmodernismo, caracterizada por una mezcolanza de términos científicos empleados fuera de contexto –caos, azar, complejidad, información, inteligencia, etcétera– y cuya carencia de sentido ha sido mostrada en los trabajos de Sokal y otros (Alan Sokal: Imposturas Intelectuales; Paidós, 1999).

Esta versión limitada del pensamiento sistémico –cuya alternativa apropiada sería la teoría de los sistemas adaptivos complejos– se consolida y legitima en la academia y en las universidades, como elemento ideológico sustentador del social-conformismo, propiciando la aparición del “pensamiento débil”: “La capacidad de pensar, imaginar, criticar y reflexionar definen el estado de conciencia en el que emerge el yo social. Sin embargo, hoy en día el estado de conciencia es cuestionado por el ‘pensamiento débil’, que argumenta que este estado es inadecuado para vivir y relacionarse en un orden político-social articulado bajo una lógica sistémica. Los argumentos utilizados por el ‘pensamiento débil’ se centran en demostrar el carácter enajenable y prescindible del estado de conciencia por el nuevo ser social: el operador sistémico social-conformista”.

¿Qué otra cosa nos proponen los nuevos modelos y los paradigmas alternativos que se intenta implantar en todo el sistema de educación pública –del nivel preescolar al superior– sino precisamente la formación de estos operadores sistémicos social-conformistas?
El sistema define como fin último su propia permanencia y estabilidad, sin dejar espacio para cuestionar los fines que determinan los parámetros de su funcionamiento. “El solo hecho de pensar en las relaciones de explotación y dominio del capitalismo constituye un problema para el orden sistémico. Por ello, desaparecen del campo de condiciones del sistema operativo central. El pensamiento sistémico rehuye contextualizar históricamente los hechos sociales y políticos.
La historia de acontecimientos humanos donde se unen pasado, presente y futuro es abandonada en beneficio de una interpretación lineal y monolítica. Para el sistema, el futuro está diseñado, la historia ya se ha producido” (Roitman).

Lo que realmente proponen los nuevos modelos educativos es el cierre del pensamiento, la clausura de la conciencia, pretendiendo sustituir el mundo del hombre, real y concreto, por un mundo cerrado también y sin otro futuro que el replay incesante de un presente cosificado, en el cual el hombre se ve reducido a la condición de un operador robotizado, intentándose con ello cancelar el espacio de la praxis social transformadora.

Nos aguarda un difícil tiempo de reflexión y acción, de teoría y praxis, de confrontación con la versión light del pensamiento sistémico y el social-conformismo, y de elaboración y puesta en práctica de propuestas educativas fincadas en la recuperación de la conciencia y la solidaridad, así como de la sencilla dignidad de sabernos seres moldeados en el barro de aquí, de este lugar concreto y de este preciso momento histórico.

Opinión:

Pienso que lo que trata de decir el autor es que, los modelos educativos rezagan el pensamiento e ideas de los estudiantes ya que inducen al estudiante a seguir un sólo método, aunque no creo que sea asi ya que los modelos tratan de mejorar la forma de educar del alumno a través de diferentes estrategias y respetan las ideas de cada uno. La sociedad se basa en reglas para mejorar la convivencia de los individuos y el conformismo social lo que haría en mi opnión, es causar caos, aunque no se descarta de que lo real nos haría darnos cuenta de nuestra verdadera situación y así ocuparnos de ésta.

Es cierto que los maestros debemos seguir el modelo educativo, no obstante se destaca que también pueden modificar las formas de enseñanza para adaptarse a las necesidades del grupo y me desagarada que los cataloguen como robots si no conocen el medio de la docencia.

No es solo cuestión del gobierno y de los maestros mejorar la educación sino de todos los mexicanos, todos somos parte de ella y tenemos la obligación de mejorar.

Referencia:

Manuel Martínez Morales - lunes, septiembre 20, 2010. Educación y conformismo social. La Jornada. Recuperado el día 23 de septiembre de 2010 de http://www.jornadaveracruz.com.mx/Noticia.aspx?seccion=7&ID=100920_143551_609

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